Jennifer*, una adolescente que vuelve a creer en sus sueños
*Jennifer es un nombre ficticio
Jennifer, es una adolescente Q’eqchi’, tiene 17 años y vive en una comunidad de Alta Verapaz junto a su hija. Habla con serenidad, pero su voz transmite fuerza y resiliencia que, a pesar de las circunstancias, siempre mantuvo la alegría. “Yo era una niña como hoy en día, muy alegre, lo sigo siendo, estudiaba, tenía muchos sueños y muchas metas por lograr”, recuerda.
“Yo era una niña como hoy en día, muy alegre, lo sigo siendo, estudiaba, tenía muchos sueños y muchas metas por lograr”.
Jennifer
Desde pequeña disfrutaba la escuela. “A mí me encantaba mucho jugar, ir a jugar en la cancha, fútbol, basquetbol era mi pasatiempo favorito y pues me gustaba mucho cantar”, dice entre risas. Era una alumna dedicada: puntual, responsable y participativa. “Era puntual, los cuadernos eran completos… hacía todas mis tareas, todas mis actividades… Yo soñaba con ser doctora para ayudar a los niños, para ayudar a las personas”, cuenta.

Su infancia cambió tras la separación de sus padres, esto para Jennifer significó un punto de inflexión respecto a su vida, ya que para ella ese quiebre familiar le hizo necesitar compensar ese cariño familiar. Comenta: “Mi papá se alejó. En ese entonces llegó esa persona y me empezó a demostrar su cariño, su amor hacia mí”.
Jennifer, con apenas 14 años se unió con una persona que tenía 24 años. “Nunca imaginé juntarme con una persona, porque yo todavía no tendría esa mentalidad de manejar una familia a los 15 años”.
“Nunca imaginé juntarme con una persona, porque yo todavía no tendría esa mentalidad de manejar una familia a los 15 años”.
Jennifer
Comenta que, ella tenía una buena relación con la familia de la persona con quien se unió, sintió en ese círculo familiar el amor de una familia, “yo dije: y si me voy ahí, yo ya voy a tener el cariño de esa familia. Me voy a sentir segura, me voy a sentir amada”, cuenta que se vio forzada a unirse a temprana edad, porque buscaba protección y cariño.
Meses después de haberse unido, comenzó a recibir malos tratos por parte de su pareja; ella no comprendía por qué. Luego, alrededor de seis meses a un año de la unión, Jennifer quedó embarazada, “cuando yo resulté embarazada, en ese estado, él fue muy mala persona conmigo. Yo no entendía por qué era así conmigo… Entonces nació mi hija y no cambió”, afirma.
El estudio “Déjame ser una niña, no una esposa” de Plan International (2025), refleja que, una de cada ocho niñas en uniones forzadas (13 %) reveló que había experimentado violencia o abuso por parte de su pareja y tres de cada cuatro (72 %) tienen al menos un hijo. Esto se ve reflejado en la experiencia de Jennifer, y así como ella, muchas niñas se ven envueltas en situaciones que vulneran sus derechos.

Con el tiempo, Jennifer comprendió que siempre hay caminos para empezar de nuevo. “Ahorita que me convertí en mamá, en lo único que me importa es que mi hija esté bien de salud, en cuidar a mi hija, enfocarme en mi hija, en hacer las cosas que una madre hace, dedicarle tiempo a mi hija, cuidarla”, dice. Aunque fue difícil, encontró en su hija la motivación para salir adelante.
Jennifer tomó la decisión de separarse y alejarse de su pareja, debido a la violencia que enfrentó y por lo que había perdido autonomía, razón por la cual decidió apoyarse de su familia, en especial, en su papá y su abuela, y ahora se siente feliz y con nuevas metas.
“Yo no quería volver a estudiar, esa era una decisión desde el principio, porque yo dije no voy a poder con mi hija”, confiesa. Pero su papá y su abuela la animaron. “Mi papá me dijo que yo tenía que volver a estudiar, yo retomé mis estudios”. Ese día, Jennifer volvió a soñar. Retomó sus estudios e inició el nivel de segundo básico en la modalidad de educación flexible, desde entonces, no ha parado. “Me sentí muy feliz, me sentí orgullosa de mí misma”. Creía que no podría seguir estudiando, pero encontró la motivación e impulso para seguir.
“Me sentí muy feliz, me sentí orgullosa de mí misma”.
Jennifer
“La educación flexible, es un programa que implementa Plan International Guatemala con el apoyo de asocios, que ofrecen modelos de educación alternativa a la juventud y adolescencia con poco acceso, así como aquellos que llevan varios años fuera del sistema educativo, para que puedan reanudar y completar su proceso educativo.” Comentó Luis Morataya, asesor de empoderamiento económico y educación de Plan International Guatemala.

En la actualidad, estudia con entusiasmo y se prepara para cumplir la promesa que se hizo de niña. “Ahora mi proyecto de vida es graduarme… darle estudio a mi hija, ya que los años pasan rápido y yo quiero darle un buen futuro.” Su mirada se ilumina cuando habla de su futuro: “Si Dios me da la oportunidad ser maestra y enseñarle a los niños”.
Jennifer sabe que no hay camino fácil, pero también sabe que no está sola. “Me ha servido mucho estudiar, el apoyo de todas las personas que están cerca de mí… me han motivado a seguir estudiando… hoy en día me doy cuenta que ese proyecto (estudiar) que estoy haciendo ahorita durante mi vida, me ha servido… Como yo un día me hice una promesa y la voy a cumplir”, comenta con entusiasmo.
Su historia es un testimonio de resiliencia. En medio de los desafíos, Jennifer aprendió a transformar la dificultad en aprendizaje. “El consejo que yo quiero darle a los jóvenes y a las señoritas es que luchen por sus sueños, que estudien, que si algún día ellos quieren ser maestros, doctores, enfermeros, arquitectos, que logren esas metas porque de ellos está lograr eso”. En su sonrisa se refleja la certeza de una joven que no renunció a soñar.

“El consejo que yo quiero darle a los jóvenes y a las señoritas es que luchen por sus sueños, que estudien, que si algún día ellos quieren ser maestros, doctores, enfermeros, arquitectos, que logren esas metas porque de ellos está lograr eso”
Jennifer
