El hambre en Guatemala obliga a las niñas y jóvenes a buscar una vida mejor

Alicia y su nieta
Alicia junto a su nieta ven fotos de su mamá quien ha migrado

«Mi hija se fue para que sus hijos desayunaran, comieran y cenaran», dice Alicia, de 50 años. En el distrito fronterizo de Santa Cruz del Quiché, donde ella vive, dos de cada tres niños (69%) padecen desnutrición crónica, cifra significativamente superior a la ya devastadora de Guatemala, que es del 47%.

El hambre y la falta de educación y de oportunidades laborales es una de las razones más comunes por las que innumerables guatemaltecos abandonan su país en busca de una mejor vida. Debido a la COVID-19, en 2021 se registró un número récord de personas que abandonaron el país, producto de la pandemia y de la crisis climática, las cuales llevaron a más familias a la pobreza. Muchos de los que emprenden el viaje, incluidas niñas, niños y menores no acompañados, proceden de distritos fronterizos como Quiché.

Antes de la pandemia, la familia de Alicia solía ganar dinero con jornadas de trabajo agrícola o doméstico. Ahora, la cría y venta de pollos es su única fuente de ingresos. «No podemos salir a ganarnos la vida y eso es lo que ha cambiado este año», explica.

Su hija trabaja ahora en otra parte de Guatemala, ganando unos 800 quetzales al mes equivalente a $100 dólares). Esto apenas le alcanza para cubrir sus gastos de subsistencia, por lo que espera pronto migrar a Estados Unidos.

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Paulina, de 24 años y también de Quiché, tiene un hermano y una hermana en Estados Unidos. Ella misma emprendió el viaje a los 16 años, después de que su padre sufriera un accidente, pero regresó a casa tras caer enferma de artritis. «Aquí, en mi comunidad, hay escasez de alimentos porque no hay mucho trabajo, así que las familias no pueden comprar comida”, explica.

La violencia y la prevalencia de normas de género patriarcales y excluyentes son otra de las razones por las que las mujeres y las personas LGBTIQ+, en particular, abandonan Guatemala. Así como la falta de acceso a la educación, la atención sanitaria de calidad y las oportunidades de empleo para la juventud. Adicionalmente Guatemala es también un país de tránsito habitual para refugiados, migrantes y personas que solicitan asilo de otras partes de América Latina, y también alberga una población creciente de migrantes retornados.

Actualmente Plan International apoya a unos 4.000 refugiados, migrantes y personas que solicitan asilo en Guatemala con transferencias de efectivo y programas para reforzar la protección de la niñez y apoyar a las niñas y niños migrantes retornados para que vayan a la escuela y se reintegren en sus comunidades. El 40% de estas personas son niñas, niños y adolescentes.

En las montañas de Alta Verapaz, más de la mitad de las familias (53%) dependen de la agricultura de subsistencia para sobrevivir. Un estudio de Plan International, financiado por USAID, reveló que dos de cada tres hogares (65%) sufren inseguridad alimentaria moderada o grave. La renta media de los hogares es de unos 102 euros al mes (892 quetzales), mientras que la cesta básica de alimentos cuesta unos 343 euros (3.000 quetzales). Muchos dependen de alimentos básicos como el frijol y el maíz, los cuales carecen de la variedad de nutrientes necesarios para una dieta saludable. La crisis climática también está pasando factura. Más de la mitad (60%) de las familias perdieron sus cosechas como consecuencia de los huracanes Eta e Iota en 2020.

niñas caminando con agua
Niñas llevando agua hacia su casa en Alta Verapaz

Petronila, de 22 años, vive con su hija de un año y su hijo de cuatro en una aldea rural. Obtiene sus ingresos vendiendo túnicas bordadas, su esposo se fue a Honduras a trabajar como consecuencia de las malas cosechas de café. La familia recibe transferencias de efectivo de Plan International que utilizan para comprar maíz y frijoles. «Cuando llegó el COVID-19, ya no pudimos vender nuestros bordados, las carreteras se cerraron, no había transporte, las tarifas aumentaron y el precio del maíz subió», explica.

Gloria, de 18 años, tuvo su primer hijo a los 16 años. Vive con sus padres en Alta Verapaz y la familia también depende del tejido tradicional para obtener ingresos. «Cuando llegó la pandemia, sólo comíamos dos veces al día porque ya no había comida, y sigue siendo igual porque seguimos siendo pobres», dice. Describe lo que la familia come en un día típico: «Frijoles por la mañana, a veces tenemos hojas de macuy para el almuerzo con chile y luego, para la cena, frijoles de nuevo». «Con el dinero que me dieron ahora comemos tres veces al día», dice Gloria refiriéndose a las transferencias de efectivo que les ha realizado Plan International y que les han permitido comprar una mayor variedad de alimentos, como maíz, manzanas, piña, melón, uvas y carne.

En las comunidades rurales de Guatemala, a menudo se cree que los niños y los hombres deben comer más porque realizan trabajos pesados, mientras que las niñas y las mujeres no, porque se encargan de las responsabilidades domésticas en el hogar. Además de proporcionar dinero en efectivo y vales y de capacitar a los hogares para que generen nuevas fuentes de ingresos, Plan International también trabaja para reforzar los conocimientos sobre salud materno-infantil, nutrición, higiene y prevención de la violencia. En total, Plan International Guatemala está proporcionando apoyo vital a más de 6.000 hogares rurales en riesgo de inseguridad alimentaria moderada y severa, tanto en Alta Verapaz como en el «Corredor Seco».

Oscar Caal Quej de 35 años, trabaja para Plan International como técnico agrícola. «La economía estaba en una situación crítica incluso antes de la pandemia, pero con la pandemia y luego con los huracanes Eta e Iota, realmente ha habido una crisis entre las familias más pobres del país», explica.

Entrega de artículos
Oscar Caal Quej, Técnico Agrícola de Plan International

«El hambre se debe a la falta de oportunidades de trabajo, sin trabajo no hay comida. Sin oportunidades de empleo para hombres y mujeres, habrá pocos recursos con los que comprar alimentos. La falta de empleo en la zona ha llevado a la gente del este del país a emigrar a lugares como Honduras. Ha llevado a la gente a emigrar fuera del país, tanto a Estados Unidos como, para los del este y sur del país, a Honduras, todo ello por la falta de empleo en la zona.»

Paulina participó de un programa de formación de habilidades, dirigido por Plan International y ella comenta que esto fue fundamental para darle la confianza necesaria para crear su propio negocio, una tienda de barrio donde hornea y vende pan. También obtiene ingresos adicionales cosiendo y criando ovejas, lo que le permite invertir en su tienda. «Comprendí que valgo mucho como mujer, lo que me ayudó mucho. Después de eso empecé mi negocio», dice.

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