“Cuando él salía a trabajar, yo rapidito sacaba mi uniforme y me iba al colegio. Antes de las 12 tenía que regresar”. afirma Kandy (nombre ficticio), una mujer de 29 años quien formó parte de una unión temprana desde los 15 y ahora vive con sus tres hijos en la provincia de Guayas, Ecuador. Su relato evidencia los desafíos que enfrentan muchas niñas y adolescentes en el país, donde el 26% de las mujeres entre 18 y 49 años se casaron o unieron antes de los 18 años, según datos del INEC y UNICEF.
Kandy creció en la casa de su abuela, junto a su tío y su prima, después de que sus padres biológicos formaran nuevas familias. Desde muy pequeña, vivió situaciones de abandono emocional y violencia doméstica. Su padrastro, un hombre autoritario y conservador, ejercía un control extremo sobre ella. “No me dejaba salir a jugar, estar con amigas o hacer cosas fuera de la casa. Todo era prohibido”, recuerda. Este ambiente restrictivo y hostil marcó profundamente su infancia. “Siempre me preguntaba si mi mamá me quería, porque me dejó. Ella decía que tenía otro compromiso y que era lo mejor”.

A los 14 años, su tía le ofreció trabajar en un local de comida, y a los 15 años, Kandy cuenta que se celebró su cumpleaños por cuenta propia. Fue entonces cuando conoció a un chico a quien empezó a frecuentar. Después de un tiempo de conocerlo, su madre la buscó y la obligó a regresar a su casa ya que decía que no quería que Kandy tenga un compromiso o quede embarazada.
“Él me prometió que iba a darme la familia que nunca tuve y ser el papá que nunca tuve yo”
Kandy, 29 años de Ecuador
Kandy se aferró a la idea de encontrar en su pareja la familia que nunca tuvo. “Él me prometió que iba a darme la familia que nunca tuve y ser el papá que nunca tuve yo”. Por lo que Kandy se fue a vivir con él definitivamente. Al cabo de los primeros meses juntos, comenzaron las agresiones físicas. “Desde ahí todo cambió. Se volvió agresivo”, relata. Aunque habían acordado que ella seguiría estudiando, él le prohibió continuar con sus estudios. En ese momento Kandy intentó separarse, pero quedó embarazada cuando tenía 16 años. “No me quedó de otra que quedarme. No quería, porque sabía que más adelante iban a haber más agresiones”.
A pesar de las restricciones, Kandy encontró formas de seguir estudiando “Cuando él salía a trabajar, yo rapidito sacaba mi uniforme y me iba al colegio. Antes de las 12 tenía que regresar. Así me escapé hasta que lo logré”.
Durante su primer embarazo, enfrentó más violencia y abandono. Su pareja la dejó sola incluso en el parto. Poco después, Kandy comenta que sufrió dos abortos espontáneos los cuales ella atribuye a la violencia que vivía en casa. “Yo creo que las agresiones y los problemas causaron al menos el primero”, reflexiona.
Con el tiempo, su pareja se marchó a otra ciudad y Kandy construyo improvisadamente un espacio propio junto a la casa de la familia de su pareja. Allí nació su segundo hijo. Aunque esperaba que la llegada de otro hijo motivara a su pareja a apoyarla, recibió rechazo. “Cuando él se enteró de que yo estaba embarazada me dijo: yo no quiero tener más hijos”, recuerda. Incluso le sugirió interrumpir el embarazo.
Kandy comenzó a trabajar de nuevo y, con lo que ganaba, compró materiales para construir algo más definitivo detrás de la casa. Motivada por diferentes problemas con su pareja Kandy decidió separarse. “Me separé… me traje todo a donde mi abuela”. Allí, construyó una nueva vivienda para ella y sus hijos. “Si yo pude construir allá, puedo hacerlo acá”, afirma.

Más adelante, retomó sus estudios, pero su expareja seguía frecuentándola, por lo que quedó embarazada nuevamente; sin embargo, como en las ocasiones anteriores enfrentó la maternidad sola.
Al poco tiempo, la hermana de Kandy falleció repentinamente lo que la hizo reflexionar mucho sobre la vida, esto la motivó a terminar definitivamente con su pareja. “Intenté salvar nuestro hogar miles de veces, pero la última vez solo fue para darme cuenta de que le di tantos años de mi vida. Qué más podía ofrecerle a un hombre que nada lo llenaba y me demostró que sus sueños no eran compatibles con los míos”.
Reconstruyendo su vida
Hoy, Kandy es madre soltera, estudia para ser docente y está a punto de graduarse. “Nadie nos va a detener, solo es cuestión de poner por delante primero nuestros sueños… Creo en mí, y no permito que alguien dude de mis propósitos porque soy yo quien los desea cumplir”.
La historia de Kandy evidencia la urgencia de prevenir la violencia y las uniones tempranas y garantizar que todas las niñas y adolescentes tengan las herramientas adecuadas para decidir sobre su vida y su futuro. Plan International trabaja en Ecuador para sensibilizar a las comunidades, fortalecer la protección y promover el acceso a la educación, acompañando a jóvenes como Kandy en su camino hacia la igualdad y la autonomía.