
Cuando Flor —nombre ficticio usado para proteger su identidad- habla, su voz tiene la calma de quien ha aprendido a sobrevivir al silencio. Nació y creció en una comunidad de Cusco, donde las costumbres pesan tanto como las montañas que la rodean.
A los quince años conoció al padre de su bebé, un joven tres años mayor que ella. Era su primer amor, su primera ilusión. Siete meses después, estaba embarazada.
En su comunidad, cuando una pareja tiene un hijo, se espera que “formen su hogar”. Así lo decidieron sus padres y los de él. Le habilitaron una pequeña casa y, sin entender aún qué significaba convivir, Flor empezó una vida de adulta siendo todavía una niña.
Las uniones tempranas y forzadas ocurren cuando una niña o adolescente es llevada a convivir o a juntarse sin libertad para decidir, exponiéndose a abandono escolar, control y violencia. Cada año, 12 millones de niñas viven esta situación en el mundo, según el informe del Estado Mundial de las Niñas 2025 de Plan International. En el Perú, la Ley N.º 31945 del 2023 prohíbe el matrimonio con menores de edad, pero las uniones informales siguen fuera del marco legal: el 82% de las víctimas son adolescentes mujeres, la mayoría en convivencia. Flor fue una de ellas.
De los sueños a los silencios

Al inicio creyó que era amor. Pero pronto las discusiones se hicieron frecuentes, y los gritos se transformaron en golpes.
“Me pegaba, me insultaba. Hasta le gritó y golpeó a mis papás. Yo no entendía por qué todo se volvió así”.
“Me pegaba, me insultaba. Hasta le gritó y golpeó a mis papás. Yo no entendía por qué todo se volvió así”.
Flor
– Flor.
Flor empezó a trabajar en la municipalidad, con la esperanza de construir un futuro para su hija. Sin embargo, el control también se impuso sobre su dinero.
“Cuando recibía mi sueldo, me pedía mi dinero. Decía que tenía que pagar deudas, pero nunca compraba ni la ropa de mi bebé”.
Mientras él se iba a trabajar a la mina, ella se quedaba sola, con su hija y con el peso del miedo. No había apoyo, ni consuelo, ni dinero. Solo tristeza.
“Yo vivía en violencia psicológica y económica. Quería comprarme algo, pero no había dinero. Todo lo que ganaba se iba en sus deudas”.
El momento de decir basta

Una noche, después de otro episodio de golpes, Flor decidió buscar ayuda. Ya no quería seguir con una pareja que la maltrataba pero que además controlaba sus ingresos.
Su madre, que había escuchado de Plan International, la llevó a un taller donde pudo escuchar, por primera vez, palabras que la hicieron mirar distinto su vida: le hablaron de autonomía, derechos decisión.
“En los talleres aprendí sobre mis derechos y comprendí que no debía seguir viviendo en violencia”.
“En los talleres aprendí sobre mis derechos y comprendí que no debía seguir viviendo en violencia”.
Flor
– Flor
A esas alturas, su pareja ya mantenía una relación con otra mujer. Al enterarse de que la familia de Flor conocía la situación y la alentaba a seguir adelante sin él, reaccionó con violencia: agredió al padre y a la hermana de Flor, y también la golpeó a ella. Después de aquel episodio, desapareció sin dejar rastro. Nadie volvió a saber de él.
Flor ya había reconocido que aquella unión temprana la había expuesto a la violencia y al control económico de su pareja. Con el apoyo de su familia, denunció los abusos y aseguró que su hija pudiera acceder a sus derechos, solicitando ante las autoridades la pensión de alimentos. Su decisión marcó un antes y un después.
Una nueva vida, con esperanza
Hoy Flor a sus 20 años vive con su hija en casa de sus padres. Se levanta temprano para ayudar en la chacra, cuidar a su niña y buscar trabajo. Aunque las oportunidades aún son pocas, no se detiene. Sueña con estudiar para ser profesora y enseñar a otras niñas a creer en sí mismas.
“Quiero ser profesora de primaria. Quiero estudiar para que mi hija no pase lo que yo pasé. Quiero salir adelante por las dos”.
“Quiero ser profesora de primaria. Quiero estudiar para que mi hija no pase lo que yo pasé. Quiero salir adelante por las dos”.
Flor
– Flor
Flor también se ha convertido en voluntaria de su comunidad. Apoya en actividades con adolescentes, comparte su historia y habla de los riesgos de las uniones tempranas. Sabe que muchas viven lo mismo que ella vivió.

¿Por qué las niñas merecen crecer libres?
La historia de Flor no es única. Miles de adolescentes en comunidades rurales aún son forzadas a unirse por costumbre o presión social.
Hoy, Flor es la voz que recuerda que ninguna niña debería perder su niñez por una unión temprana y forzada. Su historia es esperanza y fuerza, pero también es un llamado urgente a cerrar el vacío legal que aún permite las uniones informales con menores de edad. Garantizar que cada niña pueda decidir sobre su vida, crecer libre de violencia y construir su propio futuro es una tarea pendiente, y una responsabilidad compartida por toda la sociedad.