“Me dio mucho miedo, empecé a llorar, porque pensé que nos iban a hacer algo malo”
Niñas, niños y adolescentes se ven obligados a salir de sus hogares por la violencia extrema que enfrentan en sus países de origen. Sin embargo, al migrar de manera irregular la violencia no se detiene, sino que a menudo se intensifica y transforma a lo largo de su tránsito migratorio.
Luciana* es una niña de 11 años, originaria de Honduras, que se vio forzada a salir de su país por motivos de violencia. En su camino viaja acompañada por su madre, su hermano y su padrastro, dejando atrás su nación de origen.
“Vivía con mi abuela en una casa de ella, y todos los días bajaba mangos de un árbol que había frente a la casa. Tenía mi perrito y jugaba con mi primo de tres años. Iba a la escuela y tenía una amiga. Me gustaba mi vida allá”. Sin embargo, la violencia en su país la obligó a ella y su familia a tomar la difícil decisión de migrar en busca de un futuro más seguro.
Viaje Migratorio
Al igual que muchas personas en situación de movilidad, Luciana y su familia han enfrentado riesgos y condiciones de vulnerabilidad a lo largo de su trayecto migratorio. “Salimos en un bus hasta llegar a Guatemala. En la frontera nos cambiaron de bus y tuvimos que rodear para entrar a Guatemala. A mi mamá le quitaron casi todo su dinero, y después no teníamos cómo seguir viajando. Una prima de mi mamá le mandó algo de dinero y así pudimos continuar hacia México”.
Luciana comparte uno de los momentos más difíciles en su trayecto al entrar a México: «Cruzamos el río para entrar a México y después fuimos a un parque. Allí tomamos dos combis, pero nos robaron todo el dinero que nos quedaba. La última combi nos entregó a un grupo del crimen organizado. Nos quisieron llevar a una casa, pero mi mamá no quiso porque le dio desconfianza. Entonces caminamos un rato y hablamos con un señor que nos ayudó a encontrar a migración. Mi mamá estaba pidiendo jalón y se paró una camioneta negra. Los hombres que venían en ella dijeron que eran de migración, pero andaban armados. Mi mamá no quiso subirse. Me dio mucho miedo, empecé a llorar, porque pensé que nos iban a hacer algo malo».
A lo largo de su viaje, Luciana y su familia enfrentaron condiciones extremas. En un tramo del recorrido, caminaron durante cinco horas bajo la lluvia, sin comida ni agua. “Nos dejaron en un desvío y tuvimos que caminar por horas. No teníamos agua, estaba lloviendo y mi hermano se enfermó. Tenía gripe y calentura, y mi mamá estaba muy preocupada. Mi mamá no ha encontrado un trabajo estable para que podamos alquilar una casa, aunque sea un cuartito”.
Violencias a las que se enfrentan las niñas
Miles de niñas y adolescentes se encuentran en movilidad humana por México y están expuestas a un mayor riesgo de violencia, explotación y abandono en tránsito. Las niñas, en particular, sufren discriminación debido a su edad y sexo, y un mayor riesgo de sufrir abusos sexuales y violencia de género.
“Las niñas y adolescentes nos enfrentamos a muchos riesgos en el camino. Nos pueden hacer daño, asaltar o querer hacernos cosas malas. Al igual que nuestras madres, corremos mucho peligro. Por eso les diría a otras niñas que tengan cuidado, que no confíen mucho”, menciona Luciana.
El objetivo de Luciana y su familia es llegar a Estados Unidos, y Luciana desea poder estudiar. “Quiero ser veterinaria, porque me gustan mucho los animales. Me gustaría recoger perritos de la calle para ayudarlos. Quiero tener una carrera”, comenta.
Luciana y su familia han encontrado un refugio temporal en un albergue en México, donde han pasado el último mes. En este lugar, ha participado en actividades organizadas por Plan International, como talleres para adolescentes. “Lo conocí porque estábamos haciendo un globo aerostático en una actividad. Después me metí a un grupo para adolescentes y ahí aprendí cosas como proteger mi cuerpo”.
*Nombre cambiado por motivos de protección.